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EL ENSAYO: RECURSO DIDACTICO Y MEDIO DE EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN SUPERIOR

En las universidades es común encontrar catedráticos cuyo método para alcanzar, confirmar, evaluar y producir conocimiento se basa en el ensayo. La cátedra es ampliamente enriquecida mediante la conformación de mesas de discusión acerca de los tópicos de las asignaturas, y estas a su vez se ven ampliamente favorecidas cuando los alumnos previamente plasmaron sus ideas mediante el género opinativo por excelencia:
“Un ensayo es un diálogo. Un diálogo imaginario entre mundos en donde se da la comunicación del escritor con el cuerpo de conocimiento que está trabajando, los lectores y consigo mismo; se trata entonces de sus inquietudes de investigación más relevantes. Las novedades y sorpresas que siempre nos tiene reservado un autor mediante un ensayo, despiertan esa infinitud que todos somos. Gracias al ensayo, podemos recuperar de manera dialógica las ideas vivas de seres humanos a través del tiempo y el espacio”. (Jaramillo y Mendoza)

Para Gonzalo Guajardo González y Francisco Javier Serrano Franco ambos catedráticos e investigadores de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro el ensayo es un escrito relativamente corto (en comparación con un tratado o un estudio exhaustivo), que puede abarcar desde dos cuartillas hasta cuarenta o cincuenta (según la demanda, la prolijidad que se le quiera dar al asunto o lo que se establezca previamente). Es cierto, sin embargo, que algunos autores clásicos han dado a sus escritos, que son tratados completos y muy extensos, el nombre de ensayo pero en esos casos estaríamos refiriéndonos al ensayo literario o al periodístico y en el menor de los casos al académico. En este último caso Jaramillo y Mendoza agregan:
“Para la redacción de un ensayo debemos de considerar que estamos manejando el lenguaje escrito de la ciencia, por lo que es necesario utilizar un sistema de codificación conforme a las reglas de comunicación del discurso científico. La elaboración de un ensayo es una tarea a la cual nos enfrentamos, cuando informamos a la comunidad sobre los resultados parciales de la investigación que estamos realizando”. (idem)
El ensayo se centra generalmente en un único objeto de estudio: un problema, un área problemática, un autor, un concepto, un campo de conceptos, un proceso, un ámbito, etc. En otras palabras, el ensayo guarda una unidad temática: no aborda en el mismo escrito temas ajenos unos de otros. Acorde con lo anterior, también presenta una unidad argumentativa; es decir, el ensayo pretende ofrecer un conjunto de «pruebas» relevantes a favor de la tesis o posición que se pretende defender en él.
En los ensayos de tipo político – económico predominan los métodos comparativos, en Filosofía, Sociología o Comunicación imperan los argumentos deductivos, pero no es infrecuente recurrir a argumentos analógicos, inductivos y hasta deónticos. No obstante, para algunos subtemas al interior del ensayo se pueden emplear estructuras discursivas no argumentales, tales como definiciones, citas, preguntas, preguntas retóricas, etcétera.
Su objetivo es, a juicio de Guillermina Baena (Baena: 1989) generalmente, conducir al lector hacia la reflexión de un asunto mediante su cuestionamiento, el aporte de datos o de argumentos que se abren a otras posibilidades de entender el asunto. Expresa a) Meditaciones propias del ensayista, b) resultados de una investigación no exhaustiva, c) inferencias de observaciones, de experiencias, de entrevistas o d) una combinación de dos o más de estos tipos.
El Diccionario de la Real Academia Española define el ensayo como un "Escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia” ( www.rae.es). Sin embargo el ensayo es la didáctica hecha literatura, es un género que le pone alas a la didáctica y que reemplaza la sistematización científica por una ordenación estética, acaso sentimental, que en muchos casos puede parecer desorden artístico.
Todo ensayo ha de observar una estructura interna, aunque en él no se diga explícitamente que la tiene. Tres partes integran a esta estructura:
a) introducción: presentación del tema, justificación de su importancia, consideraciones por las cuales el ensayista aborda el tema, etc.
b) Desarrollo: características del tema, tratamiento que le dan diversos autores, datos que permiten entenderlo, problemas que presenta, desenvolvimiento histórico, conceptos que contribuyen a plantearlo más claramente o de maneras alternativas. Por supuesto, en esta fase se desarrolla el argumento del ensayo; en otras palabras, esta sección contiene, usualmente, el grupo de razones que justifican nuestra tesis principal. También es el lugar para desarrollar los argumentos secundarios (aquellos que apoyan a las razones controversiales o no obvias de nuestro argumento principal).
c) conclusión: No significa necesariamente solución a problemas planteados; puede dar cuenta de la perspectiva que asume el ensayista ante lo establecido en la apertura o en el desarrollo.
Si el escrito se presta para ello, es conveniente dividirlo en varias unidades más pequeñas, encabezadas por subtítulos que hagan alusión resumida a lo que enseguida se plantea. Deberá incluir un resumen breve (entre cinco y veinte líneas) del contenido del ensayo que algunos lo denominan “abstract”. Cada vez se requiere más de este resumen, pues cumple con dos funciones. Primero, como orientación y cortesía al lector, que así ubica rápidamente el tema y rasgos generales del argumento defendido y, segundo, porque diferentes bancos de datos basan el almacenamiento y la clasificación de la información precisamente en este resumen. Adicionalmente suelen incorporarse las “llaves” o palabras clave que integran el trabajo muchas veces por requisito de las instituciones educativas o empresas editoriales que los publican masivamente. Es importante también anexar las notas aclaratorias o referencias hemero-bibliográficas de preferencia al final del cuerpo del ensayo.
Finalmente como señala Susana González Reyna (González: 1995) uno de los rasgos del ensayo que ya se ha venido comentando es su agilidad. Esto quiere decir, su sencillez productiva, su capacidad de comunicar en forma directa.
“La brevedad es otra de las ventajas de un ensayo. Aunque es conveniente puntualizar que ensayos largos son también lo suficientemente virtuosos. La corta extensión permite publicarlos con mayor facilidad, obtener mayor número de lectores, producir un efecto más directo, escribirlos más rápidamente y con la adecuada oportunidad. La brevedad del ensayo y el no pretender decir todo sobre el tema tratado no significa, por tanto, que el ensayista distancie lo considerado para poder así abarcarlo en una visión generalizadora”. (Jaramillo y Mendoza)
El propósito del ensayista al internarse en la aventura de escribir un ensayo no es el de confeccionar un tratado, ni el de entregarnos una obra de referencia útil por su carácter exhaustivo. El ensayista como investigador reacciona ante la problemática que le impone un tema para marcarnos la pauta sobre una interpretación novedosa o proponernos una reevaluación de lo que hasta el momento se ha dicho, pero una vez abierta la “brecha” y “tendido el puente” del nuevo entendimiento, el ensayista, siempre deja la puerta abierta para nuevas interpretaciones; considera que su función es sólo la de abrir nuevas vías y proponer su continuación. Sin la contribución de los ensayos la ciencia moderna resultaría inconcebible. Es, por lo tanto, imprescindible para cualquier científico, investigador, profesional o estudiante, el dominio del lenguaje escrito y de sus diferentes formas en el ámbito de la comunicación científica.

FUENTES CONSULTADAS
Bibliográficas:
Baena, Guillermina. (1989). Los Géneros Periodísticos. Trillas. México.
González Reyna, Susana. (1995). Periodismo de Opinión y Discurso. Trillas. México.

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