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Sobrecalificados y parados.

Este es un artículo publicado por el Centro de Colaboraciones Solidarias de Madrid, España, en el que trabaja uno de mis pupilos, lo comparto con ustedes.
por Sara Cañizal.
Estudiar un máster, aprender un nuevo idioma o iniciar un doctorado es la opción de muchos universitarios españoles ante la dificultad de lograr su primer empleo una vez finalizados sus estudios. Algo que hace unos años les habría servido para obtener un sueldo o un puesto de trabajo mejor, pero que hoy es, sobre todo, el modo de evitar un vacío en el curriculum.De ser una generación mimada y afortunada, con una preparación muy superior a la de sus padres y lista para triunfar, los jóvenes españoles han pasado a convertirse en un colectivo desencantado y frustrado. Sin posibilidades de lograr el empleo para el que se han formado y con el pronóstico de una calidad de vida inferior a la de sus progenitores.Son el sector de población que más ha sufrido el incremento del paro. Según datos recientes de la agencia Eurostat, la tasa de menores de 29 años sin empleo alcanza casi el 43% y duplica la media de la Unión Europea, con casi un 21%. Los más afectados han sido los menores de 25 años, de los que ya hay cerca de medio millón sin trabajo.Desde que estalló la crisis, con la caída de Lehman Brothers, la situación laboral de los jóvenes españoles no ha hecho sino empeorar. Los recién licenciados en arquitectura, que hace un par de años se frotaban las manos ante contratos suculentos, hoy han pasado a engrosar las listas del paro. Pero no están solos, ya que ninguna profesión se libra: filólogos, informáticos, químicos, matemáticos, historiadores, etcétera, les hacen compañía.Ante la perspectiva nada apetecible de regresar a la casa de sus padres, algunos (los menos) han decidido arriesgarse y convertirse en empresarios. Lideran con incertidumbre proyectos emprendedores que el tiempo dirá si llegan a buen término.Otros han optado por trabajar en cualquier cosa. Actividades para las que no se precisaba apenas cualificación tienen como firmes candidatos a las lumbreras de nuestro país. Ya no extraña ver a una doctora en física de socorrista en una piscina o a un geólogo de repartidor de pizzas. Hay que pagar las facturas.Según la OCDE, España es el país con mayor índice de sobrecualificación, más de un 25%. Unas cifras que se disparan hasta el 40% en el caso de los más jóvenes. Y no parece que España vaya a abandonar este puesto. Animados por las ayudas del Gobierno para continuar los estudios y con la esperanza puesta en que el “chaparrón” pase cuanto antes, muchos han optado por seguir añadiendo apartados a su ya deslumbrante curriculum.Este año, el número de matriculados en selectividad ha crecido en 230.000 alumnos (el mayor incremento en 15 años) y la UNED tendrá un 37% más de estudiantes. Mejorar el perfil laboral de los jóvenes no sirve de mucho. En general, no les va a reportar un mayor beneficio económico, ya que como informa la OCDE, desde hace ocho años la ventaja salarial entre licenciados y graduados de secundaria ha caído un 40%. Tampoco va a implicar una recompensa laboral a nivel personal. Es más, el exceso de formación puede que les complique acceder a un puesto de trabajo en un futuro, ya que las empresas son reticentes a contratar personas sobrecualificadas para un determinado empleo por miedo a que no se sientan motivadas y lo abandonen en el futuro. Sin embargo, estudiar un poco más es la única alternativa para muchos. Al menos evitarán un parón injustificado en temas relacionados con su carrera.Aunque la crisis ha agravado la compleja situación laboral, el paro lleva décadas acuciando la economía española y tiene más que ver con su ineficiente marco educativo y la ausencia de programas formativos orientados a satisfacer las necesidades reales del mercado. En vez de aturdir los oídos de la juventud con la importancia de tener un título universitario, más valdría poner todas las fuerzas en orientarla hacia actividades que sirvan a nuestra economía y les aseguren un futuro. De poco sirve ser Doctor en Humanidades o hablar bien tailandés si no existen puestos de trabajo para dichas especialidades.

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